1974

A finales de 1973 la enfermedad de su hijo Pincho se complica, María España y Francisco Umbral se dedican por completo al niño que muere en julio de 1974 con algo menos de seis años, un hecho que transciende en la producción litera- ria del autor que en este año publica dos libros de recopilación y otro de mero entretenimiento, Las españolas.

Editorial Planeta A. Barcelona, junio 1974. Colección “Espejo de España”, n.º 5. Tela tapa dura. 356 páginas. 20 × 13 cm. Con ilustraciones.

Cita. Española, española, con tu tipo de manola. (Cantable).

Ensayo.

 

Al libro, completo de fotografías, le ocurre lo mismo que a los de recopilación de artículos, se puede leer un artículo cada día, también más, veinte, treinta, confunden y distraen, aun así, lo peculiar de Umbral es que, en cualquier momento, en un párrafo, en una linea, puede existir una frase o una reflexión de belleza sorprendente.

La galería de españolas muestra sesenta y cinco tipos de mujeres, algunas de ellas tradicionales, otras no: las precoces, las musas, las macizas, la prima, las suecas, las amazonas, las marquesas, las moras, las gordas, las modistillas, las madres solteras, la otra, las bailonas, las escotadas, las modernas, las españolazas, las fatales y así. Interminable.

Concluye, obvio, con las progres, que van por libre y son generación trámite hacia una presunta liberación.

Además de un ejercicio de literatura y reflexiones ocurrentes existe una visión entre irónica y compasiva de la mujer que finaliza con un futuro optimista. Feminismo de entonces.

 

Prólogo

LA ESPAÑOLA ESTÁ HECHA UN LÍO. La española no sabe por dónde le da el aire, porque lo que pasa es que le dan aires diversos, y ella, que había sido comparada repetidamente con una rosa, se ha convertido en la rosa de los vientos polémicos del país. La española no sabe si hacerse azafata, hippy, progre, madre de familia, enfermera o marxista. Los tres estamentos más vivos y conflictivos, hoy, en el país, son los jóvenes, las mujeres y el Colegio de Abogados de Madrid. Tierno Galván reedita ahora su ensayo sobre la juventud y la Universidad, donde habla del adulto-oro, que es el hombre identificado con el valor del dinero, y a quien el joven teme y desprecia. No habla Tierno, que yo recuerde, de la adulta-oro, pero lo cierto es que la mujer tradicional se identifica tanto o más que el hombre con el concepto de posesión. Esther Vilar, en su libro «El hombre domesticado», que en España se ha traducido recientemente como El varón domado, señala algo que es sabido, por otra parte: el hombre ama la actividad, la creación, el trabajo. La mujer sólo se ha preocupado, tradicionalmente, del rendimiento de todas esas cosas, de la estabilidad económica que podían proporcionarle, pues resulta que en la mujer hay un instinto maternal que tiende al estatismo y la seguridad en bien de los hijos, y este instinto ha sido prevaricado por el patriarcalismo masculino, que diría Eva Figes, para convertir a la hembra en un factor de estabilización, inmovilismo, conformismo y conservadurismo de las sociedades.

Yo tenía una novia, allá por los tiempos en que comenzaba a amar y comenzaba a escribir, que cada vez que ganaba uno un modesto premio literario de alguna cabeza de partido judicial, me hacía una única pregunta: cuánto era el importe del premio. No le importaba si el trabajo era verso o prosa, un poema surrealista o un canto a la Virgen del lugar. Sólo le interesaba la pasta. Era tan hermosa que no sabía hablar, dijo el poeta. Era tan hermosa que sólo sabía hablar de dinero, hubiera sido más exacto.

A aquella noviecita le di puerta, pues está claro que la habían educado, como a tantas, para explotar al marido, con la diferencia de que la que sale con un empleado de Obras Públicas se entera del sueldo del varón de una vez para siempre, pero la que sale con un poeta de juegos florales tiene una contabilidad mucho más complicada y se pasa la vida sumando flores naturales, a ver si su amor le sisa o no le sisa.

 

No reeditado.

 


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