Editorial Planeta S.A. Barcelona, enero 1976. Tapa dura con sobrecubierta. 258 páginas. 20 × 13 cm.
Cita. Ay que lucha. Maripi.
Recopilación.
Estaba yo en la barra del club, con las compañeras, comentando la cosa del …., así arrancan los 63 artículos del libro publicados entre 1973 y 1975 en «Hermano Lobo» bajo el título Los monólogos de Maripi, prostituta de barra americana en los aledaños de Gran Vía, entre los treinta y los cuarenta.
Maripi no cuenta ni su día a día, ni su galería de clientes, habla, desde un lenguaje desenfadado y personal, también desencantado, de la actualidad de aquel momento. Mientras espera a su cliente preferido —un griego, que la chulea, pero con el que se lo pasa bien en la cama— comenta de todo a sus compañeras: la Guerrillera, la Rosalía, la Tupamaro, la Coral, la Piresa …. Comentando la cosa del … aparecen, el Real Madrid, los rojos, los estudiantes, los turistas, los nuevos ministros, Cannes, el aborto, el turrón, Portugal, el Giro de Italia, la reforma fiscal, el hambre. En los relatos finales llega un cliente, el centrista, que se enamora de Maripi, le quiere retirar y ponerle un pisosierra; Maripi, que le da igual el centrista, lo habla con las compañeras y, tras un último relato, Adiós, amigas, compañeras de mi vida se va con el centrista y deja la profesión. Fin.
«Con Las respetuosas quise hacer una comedia».
En el primer relato Umbral inventa una presentación amable de Maripi.
Maripi
MAYORMENTE lo que viene es mucho mirón y mucho salido, a darse una ración de vista y si te visto no me acuerdo. Algunos preguntan precios y se toman una fanta, pero trabajar, lo que se dice trabajar, se trabaja poco, que está el gremio ya muy cargado y se trabaja poco y esto no es lo que era. Me lo decía mi madre, mismamente, que antes te ponías en la esquina de Peligros, en el buen tiempo, y aquello era una bendición del cielo, que pasaban los señores de Bilbao a manadas, y no digamos saliendo ya a Alcalá, que por algo es vía pecuaria, o sea cañada, como la carretera de mi pueblo, Mansilla del Arcipreste, y quien pudiera volverse para allá, con la vejez asegurada y unas buenas pulseras para epatar a la guarra de la boticaria. Eso de epatar es cosa que dice Luis, el estudiante, que también ese tiene unas salidas. Epatar debe ser algo así como poner patas arriba. Bueno, que se me va el santo al cielo, con perdón decía mi santa madre —que se dedicó a esto por no fregar tarimas, pero era una santa—, que te ibas al Fornos, te tomabas un anís del mono y los hombres se te rifaban, de senadores para arriba, pero ahora no hay senadores ni nada, con esto de la democracia orgánica, que lo más que te sale es un delegado local, que luego resulta que no es delegado ni nada.
Muertos de hambre, es lo que viene, mayormente muertos de hambre, y chulillos que se creen que porque se hayan dejado la patilla les vas a hacer un servicio de cara, de qué, macho, estás más visto, que Lo que el viento se llevó. Si es que no quedan señores, oiga, lo que se dice señores, que te ponían un piso con gramófono y todo, y no ahora, que te meten en la discoteca a darse el lote y trabajar el taller, y luego cuando se desahogan, te cuentan todo el rollo de que van a salir por no sé qué tercio. Los del Tercio, o séase los legionarios, eran otra cosa, y daba gusto trabajar con ellos. Pero no se cata uno. Que deben estar todos en la guerra de la anchoa, o eso.
Ay que lucha.
No reeditado.
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