Ediciones Sedmay A. Madrid, diciembre 1976. Rústica tapa blanda. 245 páginas. 21 × 15 cm.
Dedicatoria. A Juan Luis Cebrián
Cita. Todos somos snobs. Pierre Daninos.
Recopilación.
Umbral titula sus colaboraciones en El País como «Diario de un snob», algunas de ellas comienzan, Iba yo a comprar el pan y me encontré...
Ciento siete columnas de 1976 que aparecen, más o menos, en su orden de publicación, la primera es del 11 de junio, la última del 24 de octubre, meses en los que desde la ilusión de Suárez (apenas adivinado en el libro), se fraguó una Santa Transición. Las columnas, aunque predomina la política, son de temática variada, utilizan un tono desenfadado, en parte dialogado y una estética progre de una presunta izquierda que espera acontecimientos. Prescindible.
Nos dejan sin cenar
HABÍA UNA CENA pro-amnistía y la han prohibido. Los más legalistas dicen que esta es la primera violación de la reciente ley sobre el derecho de reunión. Yo creo que los más legalistas se pasan, como siempre. La ley habla del derecho de reunión, pero no dice nada del derecho a cenar.
Yo no creo que el señor Fraga, o quien sea, la tenga tomada con la izquierda ni con las reuniones de izquierda. Lo que no le gusta al señor Fraga, o a quien sea, es que la izquierda cene. Ni al señor Fraga ni a nadie, en este país. La izquierda está castigada sin cenar, en España desde que Valle-Inclán dejó de ser carlista estético, se hizo republicano de La Granja del Henar y no volvió a encontrar quien le pagase una cena en su vida, pues los que le perdonaban, incluso que les pusiese los cuernos de don Friolera, no podían perdonarle que se hubiese hecho rojo.
Una vez —y yo lo glosé un día— la candidatura de Enrique Tierno Galván fue artísticamente abolida por el entonces ministro de Justicia, señor Oriol, en el Colegio de Abogados, con una media verónica en la que el ministro manejó el Código como un capotillo de paseo en grana y oro. Bueno, pues para más inri, el señor Tierno se fue a cenar al Casino de Madrid con unos amiguetes, que los duelos con pan de Viena son menos, y le dijeron que no, que nada de nada, que allí no le daban de cenar de ninguna de las maneras y se pusiese como se pusiera. De las cenas sin cena de Valle, a la cena frustrada de Tierno en el Casino, toda la tradición dialéctica de la izquierda intelectual española, pasando por la barbacoa de Carabanchel, que tan esbelto ha dejado Ramón Tamames (al que ahora, encima, han robado el coche, en contrapartida del que quemaron a don Blas, porque parece que estamos en la guerra de los coches, y menos mal si no pasamos a los conductores). Como queriendo corregir esa tradición dietética de la izquierda española. Fraga en plena ingeniería social, un día invitó a cenar a Tierno en El Horno de Santa Teresa (que es donde me lleva a mí cenar mi editor para decirme, entre salsa y salsa de la lubina dos salsas, que no hemos vendido un duro).
No reeditado.
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