1977

Año importante en política, se ha dicho, en Semana Santa, sábado de gloria, 9 de abril, se legalizó el Partido Comunista, en junio se celebraron las primeras elecciones democráticas y en octubre se firman “Los pactos de La Moncloa”.

España va bien y Umbral no para, en 1976 habían sido siete libros, este año serán seis, la sorpresa fue el último, mes de diciembre, La noche que llegué al Café Gijón, aquí el escritor da un golpe en la mesa, se hace notar, nos cuenta cómo llegó, quien es y quienes son los otros de la tribu.

Librería Editorial S.A. Barcelona, enero 1977. Tapa dura con sobrecubierta. 220 páginas. 20 × 13 cm.

Cita. Los cuerpos son honrados. Max Frisch.

Ensayo.

 

El título tiene origen en uno de los capítulos de Mis mujeres referido a distintas partes del cuerpo femenino,

aquí Umbral cambia de tercio, termina diciendo que las perversiones no existen. Primer libro erótico.

Las tres pasiones de Umbral eran la Literatura —con mayúscula—, el sexo y la política, en este orden, a estas alturas sobre sexo y experiencias sexuales Umbral había escrito mucho, pero eran escritos al hilo de una determinada historia, en este libro no, la historia —si es que existe—, son sus extensas reflexiones y divagaciones sobre el sexo, que, perfeccionado en la imaginación, llega al erotismo.

«Precisamente he comprado en una librería del Paseo de Gracia mi nuevo libro “Tratado de Perversiones” que es un ensayo de doscientas páginas sobre el erotismo, dedicado, entre otras cosas, a demostrar que no hay perversiones. Un libro culturalista, teorizante, aunque espero que un tanto lírico, donde he querido meter, y he metido, todo lo que sabía y se me ocurría sobre el sexo, erotismo, mujeres, siempre a través de la cultura, y repasando autores como Virginia Wolf, Proust, Laforge, Buadelaire, Henry Miller y así. Es ese tipo de ensayo lírico que me ha gustado siempre y que vuelve a llevarse de vuelta del estructuralismo. Me gusta el libro pero no sé si sale en la colección adecuada. Más que temor o ilusión, la salida de cada nuevo libro mío me produce depresión. Algo así como el cansancio de un esfuerzo inútil. Releo el libro en el hotel, metido en la cama con botas.»

El Tratado arranca así,

 

EN PURIDAD, no hay amor homosexual. Lo he leído en una revista banal y creo que es el enunciado de algo más `profundo de lo que pudiera suponer la revista. El amor homosexual, entre hombres o entre mujeres, es quizás el amor limite o el amor inverso, en el sentido de que el proceso normal (la mujer con su sombra masculina, el hombre con su sombra femenina) queda invertido. A Baudelaire le fascina en la mujer el hombre posible o imposible. A Proust le fascina en el muchacho la adolescente posible o imposible. El hombre normal —simplifiquemos— intuye momentos masculinos, los más extraños y profundos, en la mujer que ama. El homosexual, empezando el proceso por otro lado, parte de un hombre para fabricarse una mujer, o parte de un afeminado para fabricarse un macho. Viene a ser lo mismo: en todo caso un amor distorsionado, y por eso patético, siempre, y por eso maldito (más que por las razones pequeñoburguesas de rechazo social). El homosexual acecha en su amante momentos femeninos. Y si su amante es muy afeminado, el le forja idealmente una virilidad que no tiene, Lo característico del amor, pues, es una manipulación, una elaboración, un hacer de la prosa otra cosa, como decía el poeta de la poesía. De la prosa, del sexo hay que hacer otra cosa. El enamorado bisexual hace de la mujer un mito. El enamorado homosexual hace del hombre una mujer. O se hace a sí mismo mujer, y si es mujer se hace hombre. El transformismo y el travestismo está en la esencia misma del amor, del deseo del erotismo, que no es sino sexo imaginativo, sexo manipulado. Por eso son tan toscos y groseros los aperos eróticos que nos venden en los barrios porno de Hamburgo o Amsterdam. No por su pequeño cinismo comercial, sino porque materializan una metáfora, y las metáforas no hay que materializarlas.

 

Última edición. Editorial Bruguera. Barcelona, octubre 1978.


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