1980

Dos libros el primero, Los helechos arborescentes, perfecto y purificador. Premio César González Ruano de periodismo de la Fundación Mapfre por el artículo «El trienio» publicado en «El País» el 11 de enero de 1979.

 

El trienio

Hale, ya está otra vez España vuelta abajo, por qué no decirlo claro, ya nadie espera nada, es como irónico todo lo que leemos sobre las futuras elecciones generales, es como meternos un filme mudo, de risa, en el descanso de una de gánsteres, ya está otra vez España de cabeza, rota y sonante la campana de Huesca, con la cabeza de un muerto renovado cada mañana, ya está el botafumeiro de Santiago volando sólo por la bóveda de la Historia, ya está otra vez Wifredo el Velloso asesinando gente por las tapias, tiene una, parabellum, Wifredo el Velloso, que maneja extramuros o intramuros, según lo apartado o céntrico que viva el infrascrito, que hay muchos infrascritos, ya, en la lista negra de las pompas fúnebres. Me parece que fue Marías quien dijo que la libertad, en España, suele durar un trienio. Y no caemos en la cuenta de que se está acabando el trienio, desde que matamos a Franco de muerte natural. Lo que en la Historia de la humanidad son los terrores del milenio, en España son los renovados y asiduos horrores del trienio, que va a dar otra vuelta la tortilla española, con sus amarillos goyescos y regoyescos, mientras matamos gente en la Corte de los Milagros, diario milagro inverso de un juez o un general muerto, como un zurcido negro en el tejido igual y resignado de la vida cotidiana.

Ya anda otra vez el Ebro cuesta arriba, ya está otra vez España ardiendo como una escoba incendiada y esgrimida, ya nadie espera nada del inventa y al fondo pasan tropas, gentes, sombras, el trienio civil, el trienio militar, el relevo de la guardia en Palacio. cuando en Palacio no hay nadie y los niños que miraban por detrás de la verja son ya todos víctimas o verdugos, se han hecho adultos odiando, porque el odio madura al español. […]

En 2008 el premio César González Ruano fue para el periodista Ignacio Camacho por su artículo «Umbrales», un homenaje a Francisco Umbral. Comienza así.

 

Umbrales

Por las torrenteras del idioma se despeñaba cada mañana el verbo caudaloso, la prosa exuberante y desbordada, la escritura restallante, tempestuosa, innova- dora de Paco Umbral mientras el personaje que de sí mismo había construido se asomaba al espejo de un vértigo histórico que le devolvía la imagen áspera, snob y polémica de una impostura de malditismo. Amargo como Capote, ingenioso como Ruano, dandy como Tom Wolfe, volcánico y solitario como Baudelaire, pertinaz como Cela, atraía sobre su cabeza de león miope los relámpagos del lenguaje y los fundía en el crisol de un estilo tan imitado como ya irrepetible.

Hay un río de literatura y de ideas que atraviesa la cordillera del periodismo español desde la fuente primigenia de Larra, surca dos siglos entre los meandros de Clarín, Cavia, Camba, Pemán o Ruano y desemboca en la generación casi perdida de Campmany y Umbral, de la que ya sólo Alcántara sobrevive de pie sobre sus propias huellas como testigo de un magisterio inalcanzable. Ese río de excelencia se abre como un delta en una prensa contemporánea repleta de colum- nas cuyos débiles fustes empezamos a quedar huérfanos cuando se fue Jaime en otra madrugada acuchillada por un desamparo de soledades que ahora nos clava de nuevo el puñal traicionero del vacío y nos deja la oquedad insondable de las palabras heridas por la mortal y rosa caricia de la ausencia. […]

Espasa-Calpe S.A. Madrid, noviembre Tapa dura con sobrecubierta. 264 páginas. Gran formato 32 × 24 cm.

Cita. Una ciudad es un mundo si se ama a uno de sus habitantes. Lawrence Durrell.

Ensayo.

 

Umbral y Alfredo o Alfredo y Umbral, da igual. Las ilustraciones de Alfredo, un asturiano de Aller, aparecieron en cada una de las letras del Diccionario para pobres de 1977, a Umbral, acostumbrado desde su etapa en El Norte de Castilla a comentar pies de foto y dibujos, le debieron agradar e invita a Alfredo —o al revés— a un libro distinto, convencen a Espasa y se publica, o al revés.

El poeta Pepe Hierro, en la presentación del libro, explicó, «Tanto Alfredo como Umbral no han hecho con este libro una guía de Madrid, sino que se han proyectado hacia el futuro para poder observar el Madrid actual. Por eso son visiones reales, pero imposibles, tal como aparecen en la arbitrariedad de los recuerdos. Alfredo es un artista infiel a las apariencias, pero fiel a las esencias y con un enorme sentido moralista que le hace coincidir con Umbral. Y Umbral, nos habla de un Madrid de prerrecuerdos, a través de grupos humanos, no seres individualizados; un Madrid de puertas afuera, porque de puertas adentro lo dejó de ver el día en que llegó al café Gijón.»

El libro es un recorrido ilustrado por todos los Madrid posibles, por el Metro, por los toros, por la ciudad canalla de la bóveda gótica del Viaducto, la estraperlista del Rastro, la currante de Legazpi, la luchadora de Vallecas, también es un viaje soñado por la ciudad imaginada, la nuestra.

 

PARTIENDO del cogollo del meollo del bollo, de este Madrid que llevamos dentro y que dentro de él nos lleva y nos trae, Alfredo y yo hemos recorrido los circulares e irregulares caminos de la rosa sucia y eterna que es nuestra ciudad, rosa tallada de piedra blanda de Colmenar, rosa monárquica de Aranjuez, rosa socialista y municipal de los barrios periféricos. Rosa de la Historia.

Desde el Madrid de siempre más viejo que eterno, pero con una vejez que va durando una eternidad, hemos partido hacia el mito baudelariano de la gran ciudad, algo así como a la búsqueda de los misterios de Madrid, misterios más líricos quecriminosos, pues no somos investigadores de causas, sí peatones de la casualidad, paletos madrileños deslumbrados ante el relumbrón de Madrid.

La floresta madrileña, los parques de Madrid, entre cartesianos y roussonianos, entre salvajes y canovistas, y un alto Chamberí, que nos ha llevado mucho tiempo y poco espacio, porque quizá no es lo más madrileño del Madrid no madriñelista: de un Madrid de clase media que tiene poco que ver con Arniches y sólo un poco con Miguel Mihura.

Y de ahí, a donde la ciudad pierde su nombre, barrios de la periferia, cinturones industriales, cinturones de inmigrantes, cinturones de miseria, cinturones agrícolas y cinturón de un pardillo de las afueras que se lo ha soltado para bajarse el pantalón, debajo de un árbol y hacer una necesidad en una esquina discreta del mapa de Texeira.

Finalmente, las puertas, las puertas de Madrid, puertas del tiempo, Alcalá, Puerta de Hierro, Puerta de Toledo, más las que nos faltan a nosotros y le faltan a Madrid. Puertas al tiempo, llave de los campos, que hubiera dicho André Breton con los cuatro puntos cardinales reducidos a tres, que Madrid es así de anticopernicano, antikepleriano y antimás.

Alfredo es un Durero underground que dibuja las ciudades como Van Gogh pintaba campos: en movimiento, en rotación, dando a la piedra una urgencia que es ya como la desintegración del átomo, la liberación rotatoria de la energía que hay en la masa. Alfredo es un demasié dibujando ciudades (se tiene hechas varias), y con la paciencia de su impaciente mano y la imaginación de su cabeza/cabezota, hace de una ciudad un ser muy vivo, y ha hecho de Madrid una persona. Madrid señor, Madrid canalla, Madrid estraperlista, navajero, poeta lírico, Madrid pasota y unidemensional, Madrid/Madrid/Madrid, con el clavel en la solapa vuelta para afuera de un brote de sangre que le ha salido al último visitado por la parabellum madrileña o la delincuencia incontrolada. Un Madrid crítico y mágico, consciente de sus pecados sociales, antisociales, un Madrid lírico y gótico (cosa que no es Madrid), se ha inventado Alfredo, porque las ciudades, aunque sean de piedra, para que existan hay que inventarlas.

Uno, por lo que valga, se ha limitado a meterle un poco de marcha literaria y rollo a este álbum de Madrid, soñado y verdadero, imaginado y venidero, como sujetándole la escalera de la prosa a este prodigioso pintor para que no se caiga mientras pinta. Así le ha salido y nos ha salido este Madrid nuestro que somos nosotros.

 

No reeditado.


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