El Observatorio Ediciones. Madrid, febrero 1986. Colección Las Buenas Lecturas nº 7. Rústica con sobrecubierta. 184 páginas. 19,5 × 12 cm.
Cita. Por oírte orinar al fondo de la casa. Neruda.
Ensayo.
Un encargo de la editorial.
El libro tiene treinta y cinco capítulos o entradas ordenados alfabéticamente, el primero se titula «El acto fetiche», el último «Los zapatos», por medio, «Los ligueros», «Las mariposas», «Las medias», «Los pendientes» …, todos de extensión similar, 4/5 páginas.
Umbral, observador y voyeur, vuelve a su fanatismo erótico y sexual y a su fascinación/sublimación tardobarroca de la mujer, fetiche en sí misma, ser misterioso y de culto. Aburre.
Prólogo
EL FETICHISMO es un tema como un poco inflacionado, más que pasado, ya que se ha convertido en industria de la nostalgia (de la nostalgia sexual) y bajo esa forma sobrevive en la sociedad. Pero hay un fetichismo fresco, vivo, vivo, actuante, eterno, que está en la naturaleza humana (sobre todo en la naturaleza macho) y que se salva de todo el cartonaje industrial al respecto, por la sencilla razón de que lo ignora.
A ese fetichismo un poco naïf, pero también un poco nostálgico y resabiado, va dedicado este libro, más que como inventario que como análisis. «Por oírte orinar al fondo de la casa …», dice la cita inaugural de Neruda, lo que nos permite arrancar con el acto fetiche. Toda mujer es fetiche en acto para quienes practicamos su devoción, y, por lo mismo, genera actos/fetiche, como el orinar al fondo de la casa, y otros muchos menos connotados. El hombre vive toda loa vida la religión de la mujer, sin enterarse, y los cultos marianos no son sino una sublimación/ solución para religiosos y otros hombres privados de todo posible culto corporal.
Giménez Caballero, a esto, lo llamaba «mariolatría». En efecto, es una idolatría.
La mujer, sí, genera tres clases de fetiches eróticos:
—El acto / fetiche.
—La prenda / fetiche.
—El souvenir / fetiche.
El acto/fetiche es como una sucesión cinemática de imágenes de sí que la mujer va dejando a medida que vive, y que el fetichista profesional, con algo de director de cine o de novelista, va aislando del continuo de una vida como instantáneas o flashes especialmente significativos. Por eso el fetichista lo es tanto del flash real, físico, de la vieja y mala foto de playa de un verano, por ejemplo: porque su cabeza trabaja así, aislando momentos, fijando detalles, recreándose en lo fugitivo que permanece y —ay— no dura.
Lo de la prenda/fetiche queda mucho más estudiado o inventariado en este libro, por cuanto hemos repasado en él aquellos objetos y vestimentas que, «en contacto con la piel de la mujer» según norma de un maestro de erotomanías, Luis Berlanga, han adquirido un carácter sagrado, como para el creyente el rosario pasado por el manto de una virgen.
El fetiche sexual, en efecto, se corresponde bastante simétricamente con el exvoto religioso, ya que ambos coinciden en la facticidad, en que no son meros souvenirs de Dios o de la amada, sino que pueden provocar la entrada en acción de lo sagrado: sexo o divinidad. Pueden producir milagros o eyaculaciones.
No reeditado.
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