1986

Un Umbral maduro, un clásico, y tres libros intrascendentes. No siempre se acierta.

Editorial Anagrama. Barcelona, marzo 1986. Colección Contraseñas nº Rústica tapa blanda. 215 páginas. 20 × 13 cm.

Diccionario.

Portada. La peor de todos sus libros, las hubo pésimas.

 

Si no estás, si no apareces, no existes.

Un Umbral de éxito, muy consagrado dueño de todo y de sus «negritas» habla con algo de ironía y cansancio de los

pecadores del momento, nada menos que 111, desde Sofía, la Reina, a Andersen, Bibí, de todos. Predominan políticos, gente guapa o menos guapa y gente de la cultura y limítrofes. Retratos rápidos de cada uno de ellos («retratos al minuto», dice la contraportada), algunos muy buenos. No sabemos por qué los llama pecadores, nada que ver con el libro de Fray Luis de Granada que exhorta la virtud. Sigue un cansino orden alfabético, concluye con un capítulo que llama Rúbrica con un único pecador: Umbral, Francisco. Prescindible.

 

Abril, Victoria

(Maneras de maravillársela si uno llega a tener la fortuna de casarse con ella.) Lo fácil, para quienes tenemos touche y chance, es casarse con Victoria Abril. Lo difícil, dada su breve esbeltez, su concisa estatura, dado que es bajita, en fin, lo difícil, íbamos diciendo, es consumar el matrimonio, y sobre todo consumarlo de pie y en una esquina del Barrio Gótico de Barcelona, a media noche, que es donde se dejan maravillar las más fieles musas de los más herrumbrosos y menos lanzados huéspedes del alcohol.

a) Como la Abril es baja y los machistas somos altos, se aconseja, ya que estamos en el Barrio Gótico, aupar a la niña en cualquier peana pre/Gaudí. El góticono fue más que una intuición del Gaudí venidero. Y esto no es una pedantería al paso, para molar, o para hacer catalanismo fácil, sino que es precisamente lo que hay que decirle a Victoria Abril:

—El gótico no fue más que una intuición del Gaudí venidero.

—¿Decías algo del gótico, amor?— pregunta ella, ya con las galas nupciales hechas una braga. Y se aprovecha su desconcierto cultural para profanarle el virgo gótico.

b) Otra manera. Una vez casados, se le dice a la Abril, sin recordarle para nada que es bajita, en atención a lo macicilla que está:

—A ver si eres capaz de levitar, repitiendo las jaculatorias que se sabe Pitita Ridruejo. Pero pon mucha fe y cierra los ojos.

Cuando esté en plena levitación, a varios palmos del suelo y con los ojos cerrados, no hay más que darse prisa en el trance. De vuelta de la levitación, cuando abra los ojos, estará ya de cinco meses.

y c) De vuelta de Pitita, de Gaudí, de las jaculatorias y otras parapsicologías, se tiende a la novia/esposa en una cama, se lava uno los dientes y a hacerlo como todo el mundo. En la cama no hay altas ni bajas, sino hombres inexpertos (ya lo dijo Marañón).

 

Umbral. Francisco

Tiene por costumbre incluirse en todos los diccionarios que redacta, chelis o no chelis, y se caracteriza por una notable vanidad, hasta el punto de que su vanidad y él suponen el desdoblamiento de dos figuras, a estudiar por separado.

Su vanidad lleva pelo largo, gafas gordas, abrigos de Pierre Cardin, larguísimas bufandas rojas, tacones altos y oraciones compuestas, que son las que componen su prosa.

 

No reeditado.


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ir al contenido