1994

Dos libros, un polémico ensayo literario y una recopilación intrascendente. Tres premios: Premio Juan Valera de Literatura convocado por el Ayuntamiento de Cabra; Premio Provincia de Valladolid a la trayectoria literaria (Diputación Provincial de Valladolid) y VII Premio Nacional de Periodismo de la Fundación Institucional Española, por un artículo publicado en El Mundo el 24 de mayo de 1994 titulado, «Al Rey», que comienza así,

 

Al Rey

Señor Rey: por los periódicos me entero de que ha comprado usted una obra mía en la Feria del Libro. Bien elegido el título, no por tratarse de mí, sino porque en ese libro hay historia de España, la otra Historia, la que no hacen ustedes los reyes, sino nosotros los particulares, los que nos da por hablar y escribir, de España, mayormente, que es lo que nos importa a usted y a mí. Cuando perdíamos América, más o menos, en esa desagregación de tierras (decadencia) que cuenta Ortega, nos vino un indio nicaragüense, Rubén Darío, con quien principia mi libro, como un Colón inverso, con sus galones de poeta cargados de palabras de España, de músicas y nombres y nebrijas que nacieron con la Reina Isabel y pusieron argumento al mundo, novela a la historia, no siempre novela rosa, ay señor Rey, que lo peor de los reyes no suelen ser los reyes, si no los virreyes, o quienes toman atributos de tales. Y en seguida de aquel indio español que cuento, colosal y mendigo, viene el 98, qué le voy a contar a usted de la Historia de España, pero es que la mía es tan verdades (por eso se cabrean algunos) que no lo parece o parece otra. Lea, lea, señor Rey, que hay tela marinera, que a los del 98 les dolía España. España solo dolía en el Palacio de Oriente y en Fornos. España solo dolía a los bohemiazos metafísicos y a los reyes. Los demás, el público municipal y espeso, como si nada, a los toros y a ver la verbena y a meterse en la cama después. Aquí a los reyes les duele España porque es suya o así lo creen, y a los escritores nos duele España porque cobramos poco.

Editorial Espasa Calpe S.A. Madrid, octubre 1994. Rústica, tapa blanda con solapa. 286 páginas 21 × 14 cm.

Recopilación

 

Marcel Proust tituló su primer libro «Los placeres y los días», tenía 23 años, son diez relatos cortos llenos de prosa poética y lirismo, Umbral no esconde su admiración por el francés, le festeja y su columna en El Mundo (1989) la denomina «Mis placeres y mis días».

El libro es la recopilación por orden cronológico de columnas escritas entre enero de 1994 y julio de ese año, un total de 136, demasiadas, todas de carácter sociológico y de la actualidad de aquel entonces en donde existía un PSOE a la deriva que perdería las elecciones generales de marzo 1996. Predomina, desde un pensamiento de izquierda, la de crítica política u un excesivo ataque a FG y a su entorno.

Prescindible.

 

Atrio

La anotación diaria de lo que pasa (y de lo que no pasa), hecha en los periódicos con puntualidad y esmero, supone un libro de historia, de intrahistoria, una crónica en limpio de la vida, un memorial, un dietario que se vertebra por sí sólo, una novela cuyo argumento suele ser político, cuya letra la pone la actualidad y cuya música tiene que ponerla el cronista.

Yo soy un gran lector de diarios íntimos y públicos, no sé si porque mi vocación de columnista iba por ahí, o puede que, al revés, la lectura de tanto memorial me haya hecho memorialista. En cualquier caso, hay que dejar claras dos cosas:

Primera: que el artículo de periódico es en sí un género literario cuando hecho con «calidad de página», según la fórmula Marías/Ortega.

Segundo: que la colección coherente de crónicas sucesivas, con asiduidad en los temas y desarrollo natural de los días, da indefectiblemente un libro. ¿Un libro de Historia, una agenda del tiempo, un diario íntimo? Puede que un poco de todo, pues que, hablando del tiempo, incluso del tiempo que hace, el escritor se retrata, va dejando su huella digital en todo y, por muy poco egotista que sea, al final ocurre que, hablando de todos, sólo habla de él, de sí.

La primera virtud de un libro de crónicas monográficas como este (Madrid, España, la actualidad, la política) está en el ritmo caliente de lo que pasa. Luego, en el morbo de la historia menuda o contada al menudeo, y, finalmente, en el cuadro de la época, vivísima, que siempre puede mirarse o leerse a distancia para que las figuras vuelvan a animarse y el conjunto a funcionar para nosotros.

Así, entre mis varios libros de artículos, siempre bien acogidos (demasiado bien, lo cual me mosquea), este e s por ahora el último, y levanta en sí un momento español cataclismal y reciente, vivísimo y todavía actual, apasionante, apasionado y difícil. El cronista relee estas páginas y encuentra en ellas el flash urgente, necesario y avizor de España, la silueta revuelta de Madrid, y sobre todo la propia vida, perdida y ganada en le día a día de la verdad, la mentira, la actualidad, la rara, poética y siempre esperable inactualidad.

 

No reeditado.


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