1996

Tres libros, una recopilación y dos buenas novelas.

Premio Príncipe de Asturias de las Letras, ese año también fueron galardonados Adolfo Suárez, Premio de la Concordia, Indro Montanelli que con Julián Marías recibieron el Premio de la Comunicación y Humanidades y John Elliot, Premio de Ciencias Sociales. El discurso de Unbral comenzó así,

 

“En la hoguera cultísima de un teatro, ante el senado impar de la provincia, bajo el gran testimonio de este Príncipe, y una Reyna de luz y asentimiento, quiero decir que sólo la cultura, ese saber del hombre sobre el hombre, puede salvar el mundo, y aún salvarnos de la barbarie técnica o guerrera, de la tecnología beligerante, como en un cuento de hadas cibernéticas, reuniendo bajo arcaico Principado el milagroso haz de los escasos”.

 

S.A.R. El Príncipe de Asturias de Umbral diría,

«El Premio Príncipe de Asturias de las Letras ya está en las manos de Francisco Umbral. Pocos casos habrá como él de escritor puro, en quien vida y creación literaria se confunden. Nos muestra, con la deslumbrante claridad de los grandes creadores, la importancia que la literatura tiene para modelar nuestra visión del mundo y del hombre y para colaborar decisivamente en la educación de la sensibilidad humana, una de las claves del auténtico progreso.

Umbral es un artista de la palabra, que se asoma día tras día a las páginas del periódico para ofrecernos su punto de vista sobre la actualidad, arropado por una portentosa inventiva verbal.

De escritura acerada y tierna a la vez, puede acariciar con su palabra nuestras conciencias y puede fustigarlas como un látigo; puede, y sabe, elevarse a la cima del sentimiento poético o penetrar con paso desgarrado por los más recónditos arrabales del vocabulario.

La labor periodística de Francisco Umbral es sólo una parte de su caudalosa obra, que nos ofrece novelas de desolada y lírica intensidad, ásperos retratos del inframundo madrileño o unos nuevos episodios nacionales que, sin dejar de ser ficción autónoma, iluminan con relampagueantes intuiciones la reciente historia de España».

Editorial Planeta S.A. Barcelona, mayo 1996. Tapa dura con sobrecubierta. 234 páginas. 21 × 13 cm.

Dedicatoria. A mi mujer.

Cita. Capital de la gloria. Rafaél Alberti. Capital del dolor. Paul Eluard.

Novela.

 

Un narrador menos lírico, más descuidado, más real.

Nostalgia de un tiempo intuido. Una ciudad de provincias, Valladolid, en la preguerra y guerra civil. En la línea de, Leyenda del César Visionario.

El protagonista es Paulo, un joven burgués de casa/palacio amante del periodismo y de la buena literatura, Paulo tiene su grupo de amigos, su banda del barrio de Tablares de cuando el colegio: Mulero, ciego y poeta malo, Isidorín, de padre ferroviario, Federico, romántico pleurítico, Robertito de Nola, el teológico, Juan Diáfano, seminarista agnóstico y chepudito, José Luis González, el sombrero, y Pepe, jefe de la pandilla, que fascinado por el lirismo de la violencia se vuelve falangista de camisa azul para ser alguien.

Comienza la guerra, una hoguera de miedo y de sangre y el drama de las «sacas» de las brigadas falangistas del alba. Por medio, la Luguillana, puta del contorno, «cabeza de gitana de Medina, los ojos negros y vivos, la risa infantil y el cuerpo efébico», también Constitución, hija y hermana de sindicalistas, de «clase artesanal», como dice la abuela de Paulo, estudia costura con la Singer y después de las clases pasea con Paulo por el Frondor, por el Campo Grande, de vuelta a casa, llegando a la estación, se besan sobre el puente de los trenes deslumbrantes del anochecer. Momentos de esperanza.

Transcurre la guerra, pasan los días. Imposible que vuelva a reír la primavera. El libro cuenta el día a día de la ciudad en guerra, la entereza y la angustia de cada uno, los distanciamientos, las metas, la delación y la cobardía, los deseos y los temores de todos, las mañanas del bar Cantábrico llenas de literatura y odio. No terminada la guerra, pero con un desenlace previsible, la novela concluye en una conversación en Tablares, espacio sagrado de la infancia, entre Paulo y Pepe. Paulo se despide, «Hasta que me mandes fusilar, Pepe. Un abrazo.»

El libro transmite el miedo y el dolor de una guerra civil de amigos contra amigos, de españoles contra españoles, de todos contra todos.

Gran libro.

 

PAULO ERA UN CHICO dado a los periódicos. Paulo leía en casa el periódico de sus padres, el periódico local, que traía unas grandes letras góticas, muy negras sobre un gran fondo blanco, como una catedral del periodismo. Paulo conocía a los redactores de aquel periódico (donde el llegaría a escribir), los leía a diario, tenía sus favoritos y, cuando veía a uno de ellos por la calle, se pegaba un susto ante la chalina bohemia del periodista y luego lo seguía por la calle.

Era hermoso eso de ser periodista y llevar chalina o pipa y entrar en los cafés de periodistas o de políticos con el periódico del día bajo el brazo, portando el propio artículo, la prosa crujiente de la noche anterior. A Paulo le parecía que a un periodista se le conocía en seguida y que era imposible tomarlo por un empleado o un funcionario o un médico. Los periodistas iban «vestidos» de periodistas. A Paulo le gustaba aquel periódico de las grandes páginas y de las grandes esquelas, aquel periódico que había visto en casa desde pequeño, en el que estaba pasando siempre alguna guerra remota, casi como una novela por entregas.

Paulo conocía sobre todo al director del periódico, don Francisco de Cossío, que era el bohemiazo local, con gran prestigio en Madrid, y que caminaba del periódico al Casino con dos alas de pelo blanco al viento, los ojos caídos e irónicos, la pipa anglosajona, la cabeza trastámara, los andares cansinos y audaces al mismo tiempo. Los artículos de Cossío hacían muy feliz a Paulo, con aquella prosa ligera y fácil, fluyente que de pronto se remansaba en una imagen, un pensamiento o una idea de gran belleza y transparencia.

Pero, sobre este fondo, apareció un día en las paredes de la ciudad un periódico nuevo, raro, violento, Libertad, que se anunciaba como un panfleto heroico, y que lo repartían por la calle Santiago unos chicos con camisa azul, unos estudiantes agresivos, bellos y peligrosos. Paulo, en la calle Santiago, tomó unos de aquellos ejemplares que le ofrecían y se fue a leerlo al fondo de un café solitario.

 

Última edición: Club Círculo de Lectores. Barcelona, abril 1997.


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