Ediciones Alfaguara S.L. Madrid, mayo 1965.
Colección. “Los ojos abiertos”.
Rústica con solapas. 304 páginas. 18 × 10,5 cm.
Dedicatoria. A mi mujer.
Cita. Lo malo es lo cierto. Larra.
Ensayo.
Umbral tiene treinta y tres años, muchos, lleva cuatro en Madrid y tiene ganas, es el momento.
Camilo José Cela, director de Ediciones Alfaguara y amigo, le encarga algo para una colección de biografías de ilustres con muerte violenta que se llamó “Los ojos abiertos”23, Umbral le dice, «Yo voy a hacer a Larra». «Ah, pues muy bien, a ver cómo te queda, me dijo Cela. Cuando había terminado el libro Cela me contó que le había gustado mucho: precioso, muy bonito, el mejor, magnífico. Y funcionó el Larra.»24 Pensó subtitular «El chaleco de tisú de oro». Umbral escogió el escritor que más se parecía a él, o, al menos, el escritor, el dandi y el crítico que quería ser. Acertó.
Se hizo una tirada aparte en tapa dura sobre papel verjurado Guarro de cincuenta ejemplares firmados por el autor numerados del I al L.
El final del libro incluye una selección de nueve textos que, según Umbral, «considero de más valor confesional y autobiográfico».
No es una biografía, es el significado de Mariano José de Larra y de su obra.
«Incluso cuando hago la biografía de un clásico estoy retratándome parcialmente en el clásico».
No está del todo estudiado el Umbral ensayista, el Umbral profesor (catedrático más bien) fascinado por la literatura y por la palabra que aprovechará cualquier noticia o columna, para hablarnos de ella y transmitirnos su visión, su idea; son muchos los libros monográficos de Umbral sobre literatura y literatos, no llegó el de Quevedo en algún momento previsto, faltó el «Ladrón de fuego» de Rubén que siempre estuvo ahí, mala suerte. Los ensayos literarios son estos:
Larra. Anatomía de un dandy. 1965.
Lorca, poeta maldito. 1968.
Valle-Inclán. 1968.
Miguel Delibes. 1970.
La noche que llegué al Café Gijón. 1977.
Ramón y las vanguardias. 1978.
La escritura perpetua. 1989.
Las palabras de la tribu. 1994.
Diccionario de Literatura. 1995.
Valle Inclán. Los botines blancos de piqué. 1998.
Los alucinados: Personajes, escritores, monstruos. 2001.
Cela, un cadáver exquisito. 2002.
¿Y cómo eran las ligas de Madame Bovary? 2003.
«Lo del periodismo ya iba marchando, los artículos empezaban a ser para mí un hermoso ejercicio de tiro, pero había que forzar las cosas escribiendo un libro (…) Aparte de los cuentos, agrupables y publicables en cualquier momento, había que hacer un libro con filo, con penetración, con novedad, con sorpresa. Venía yo pensando en Larra. (…) La ventaja de hacer un primer libro sobre un personaje más o menos afín está en que uno puede confesarse, soltar todo lo que lleva dentro, utilizando al biografiado cono reclamo. (…) si uno embute esas disquisiciones y divagaciones en la figura de un antepasado de las letras, ya la cosa cambia.»
“Yo elegí a Larra porque a mí el romanticismo me fascina, me parece la época más bonita y más fecunda; por otra parte me interesa más el hombre romántico clásico, por hacer una oposición, entonces en el romanticismo español Larra es una figura muy atrayente porque es un gran escritor, un romántico que es un heredero del barroco, porque Larra escribe como Torres-Villarroel y como Quevedo, hay mucho barroquismo en él; de modo que me interesa mucho literariamente, me interesa mucho su figura romántica, políticamente un liberal progresivo, de oposición a todo lo que había entonces, su europeísmo, una figura muy sugestiva; por otra parte, y lo digo con cierta picardía literaria, me parecía que lo que yo quería decir en ese momento lo decía mejor a través de Larra que como Paquito Umbral, un muchachito que andaba por ahí haciendo entrevistas a las putas, a las delfines, de modo que hay un poco de … pero yo creo que esto pasa en toda biografía, toda biografía es un poco el juego del gigantón, los gigantones esos que sacan en las ferias, que dentro va un hombre que los lleva, no?, y que se asoma por la bragueta o no se asoma; pues en toda biografía es un poco el gigantón, el biografiado es el gigantón que tu sacas pero tú estás ahí dentro y es la manera de entrar tú en el juego, yo creo que eso pasa siempre.”
HAY UNA LÍNEA línea de pensamiento crítico español que podríamos apuntalar someramente en estos tres nombres: Quevedo, Larra, Valle-Inclán. Es la línea de los rebeldes con causa, de los españoles que deciden ser espejo implacable, aunque exornado, para sus compatriotas. Hombres de vida y obra a contrapelo de España y de cualquier clase de españolidad. Puntos de escándalo, piedras de disidencia. Penínsulas de pensamiento dentro de la Península.
No basta para caracterizar esta raza dentro de nuestra literatura, de nuestra historia, con aplicarles la clasificación de genios críticos. Todo genio es siempre crítico, incluso el genio científico, sino que éste hace crítica sobre la naturaleza, en tanto que, el genio literario o artístico, sobre la humanidad. Sin sentido crítico, revisionista, no hay posible avance hacia la verdad, hacia cualquier clase de verdad. Toda comunidad humana necesita de grandes críticos para ser grande. ¿Los ha tenido España?
Sí. La historia de nuestra cultura está llena de ellos. Y, lo que es más importante, en la mezcla misma de las sangres de la raza van diluidos Cervantes y Quevedos. Quiere decirse que el pueblo español posee el saludable o corrosivo veneno innato de la crítica, aun cuando solamente sea, por razones de incultura, en su estado rudimentario de socarronería y desconfianza. Mas, siendo la nuestra raza de críticos, ¿qué es lo que singulariza a estos hombres —Quevedo, Larra, Valle— y otros como ellos? Lo sabremos situándoles en una línea de paralelismo con otra corriente de pensamiento crítico español: la que pudiéramos encarnar, también muy someramente, en Cervantes, Pérez Galdós, Machado. Que es, ahora explicaremos por qué, una línea más tradicionalmente española, más genuinamente popular. El pueblo español se ha reído siempre del mundo, sí. Pero se ha reí-do desde el anonimato, desde una confusa impunidad de capas pardas o panas remendadas. Se ha reído en grupo, en masa, en multitud.
Última reedición. Visor Libros 1999.
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