1998

Dos libros, un ensayo y unos cuentos largos.
Premio Victor de la Serna al mejor periodista del año. (Asociación de la Prensa de Madrid).
Recibe el Premio Cervantes José Hierro, uno de los escritores admirados de Umbral y un amigo. Sobre Hierro en 1999, Umbral dice,

Y qué decir de este poeta, presencia/ausencia de mi vida, y qué decir de aquellos versos que dieron cuerda al corazón, y qué decir de José Hierro, el lejanísimo colega, cómo acercar hasta nosotros el tabaco y la cercanía, cómo invocar al camarada de duros ojos lanceolados, cómo leer a José Hierro a la sombra de José Hierro y sentir la voz del vino como una camaradería, fugaz amigo, maestro ignoto, yo le he visto en el mar, a veces, como en su reino de mil lanzas, y le he visto por las tabernas con la cabeza puesta a un lado, cuando dejaba la cabeza en una silla, como un casco, porque él ha sido una constante en los conciertos de la calle, en las aulas desgualdrajadas, en mortuorias exposiciones, entrando siempre entre las sombras como un urgente capitán, dejando rastros de poesía entre lentos adumbramientos, iluminando con sus manos —manos de obrero o de artesano— a las gentes de media tarde, poniendo el reloj más alto, poniendo el sol en las agujas de un reloj viejo, intemporal, y dando el pan de la poesía a los perros que dicen versos, y qué decir de este poeta, y qué decir de José Hierro.

Editorial Planeta A. Barcelona, enero 1998. Colección La España plural. Tapa dura con sobrecubierta. 269 páginas. 23 × 15 cm. Incluye al final otras 36 páginas de fotografías de Valle y otros escritores, algunas comentadas.

Cita. Despreciar a los demás y no amarse a sí mismo. (Valle-Inclán)

Ensayo.

 

Valle-Inclán, «arborescente de barba y melena». El escritor más admirado de Umbral, que escogiera a Valle en los inicios y lo vuelva a mostrar treinta años después lo explica todo.

Lo dice en Diario político y sentimental, «cuando, yo escribía sobre Larra o sobre García Lorca, sabía que el libro que tenía que hacer alguna vez, mi libro era el de Valle. Un proyecto que viene, quizá, desde los catorce años, cuando tomé de entre los libros de mamá una vieja edición de La guerra carlista y allí descubría yo la literatura, como una revelación enceguecedora. Ya está me dije, esto es, he aquí lo que buscaba. Al fin había encontrado el cuerpo desnudo y barroco de la literatura, el tesoro vivo y viviente del idioma, aquello que iba a ser mi vida, que iba a arropar mi orfandad con trabajo, dinero, pasión creadora y pequeños logros, tampoco aspiraba a más.»

No es una biografía de Valle, nada que ver, es un ensayo erudito y complicado para expertos en literatura y en sus géneros. No resulta fácil de seguir, se acerca más a la tesis doctoral (cum laudem, en este caso) que al ensayo. Umbral, además de escritor, además de lector, era un estudioso y un crítico apasionado, aquí se muestra como un conocedor absoluto del significado de los movimientos literarios; sus opiniones, muy personales, están fundamentadas y defendidas.

El libro eleva a Valle a la cima del Parnaso y a otras glorias. Para Umbral Valle, desde la luz azul Rubén —que a su vez le viene de París, de Baudelaire, de Verlaine y otros— enterró en España la insignificancia de una literatura vulgar, dócil y acomodaticia, la de Núñez de Arce, Campoamor y así, «románticos de peluche». Valle barroco eterno, pero modernista con su palabra canalla, con su escritura precisa y preciosa, con su estética de dandi bohemio rompe con todo, abre la cola del pavo real e inicia la revolución de una literatura nueva, anárquica y creativa en un Madrid «absurdo, brillante y hambriento».

 

Prólogo

Entre lo que alguna vez he llamado «los libros de mamá», es decir, la pequeña biblioteca doméstica, encontré un día La guerra carlista, sin portada, las tres novelas en un tomo. Leí aquello con iluminación todavía infantil, lo releí varias veces en aquellos años y luego, con la vida, me he ido haciendo un modesto especialista en Valle-Inclán, conocedor de toda su obra, supongo, variantes incluidas, y amigo de los amigos que le quedan a Valle, y que cada día son más, en España y en el mundo.

Aunque en un prólogo no se deben sentar premisas, debo decir que don Ramón es el más vivo, hoy, de los escritores del 98, entre otras cosas porque no hay tal 98, como saben los mejores críticos, sino que todo es modernismo, y el 98 quizá sólo sea el ala izquierda del modernismo/simbolismo. Ala izquierda con la que acaba volando Valle. Mi proyecto de «un Valle-Inclán» viene de muy atrás, claro.

He cumplido otros, como son los libros sobre Lorca, Gómez de la Serna, etc., pero ahora que «se va angostando el horizonte», como decía Ortega, me ha entrado la urgencia de hacer el libro de Valle, que se venía enriqueciendo dentro de mí con las agregaciones de la vida, la cultura, el tiempo, la experiencia, etc. Por otra parte, creo que hay que someter a todo autor fundacional —fundacional o fundante para uno mismo— a la prueba de la tardanza, porque hay pasiones de juventud que luego se disipan. Valle, por el contrario, ha ido creciendo en uno como en la gente, y sólo cabría objetar a esto que hoy es más universal por su teatro que por sus novelas, pero ello se debe a la espectacularidad teatral, que se difunde mejor.

A uno, naturalmente, le gusta más el Valle novelista, pero a ambos los estudio con igual detenimiento y placer. Mi libro no es que carezca de procedimiento, sino que evita los procedimientos académicos, universitarios, «profesionales», habituales, consagrados, para atenerse a otro sistema más personal y quizá un poco heterodoxo, tampoco demasiado, que pasaron los tiempos de jugar a escritor maldito. Al menos pasaron para mí. Valle no deja de ser un maldito, empero, de modo que tampoco necesito poner el énfasis en esta calidad/cualidad, sino sólo mostrarla, como decía Flaubert que se debe hacer en la novela. Y Valle, sin ser flaubertiano, está muy en la modernidad narrativa del francés.

En su última página el libro termina así,

Valle es ese carácter maldito que toman la verdad y la justicia cuando otros se reparten el bien en monedas de curso legal. Valle es esa actitud de espada suntuosa y verde que toma la belleza cunando se la amortaja en los libros y nadie quiere leerla por no cegar.

Valle comió de su mal, fue el cáncer de su propia belleza increada, acuñó su tesoro como algo sagrado y religioso que estaba en su pecho, entre lo real imposible y lo deslumbrante demudado. El que lo lee muere o se salva porque en Valle hay vida disponible y un mando áureo para quien sepa vivirlo. No es un artista, ni un poeta ni un místico. Es el Sísifo de toda la vida del mundo, que amanece también sobre la miseria. Tenía demasiado tesoro dentro como para que le cupiese en un libro. Por eso sus libros están sobrados de hermosura y de luz. Valle es la rara coincidencia de la belleza plural con la equidad mortal. Tenía y tiene capacidad para decir que el mismo se asustaba a veces y lo estropeaba todo con una frase, para no infartarse de evidencias.

Más que un escritor, es él solo todo un idioma. No cabe en un libro y menos en el nuestro. Por eso lo dejo aquí, como un muerto hermoso y desnudo que sale del ataúd barroco. Tiene uno la sensación de haber perdido el tiempo, Que los eruditos acaben de enterrarle. Yo sé que nadie vive tanto como él en su obra. Y en nosotros.

 

No reeditado.


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