Editorial Planeta S.A. Barcelona, noviembre 1998. Colección Autores Españoles e Tapa dura con sobrecubierta. 239 páginas. 21 × 14 cm.
Cita. Y tú serás, Natanael, semejante a quien siguiera para guiarse una luz que tendría él mismo en su mano. André Gide.
Cuentos largos.
La contraportada habla de novela, no lo es. Tiene mucho de Memorias eróticas de 1992.
Umbral tiene sesenta seis años, cuenta que algunas veces toma viagra, se “viagrama”, como él dice.
Nueve relatos eróticos —el de Nardo se acerca al porno— que protagoniza Jonás, periodista que no va de ligón pero que le conquistan las mujeres por su «pollastrón viagramático».
En Diario político y sentimental, con ocasión de la presentación del libro, Umbral lo describe así.
«Todo el verano he trabajado en un libro narrativo. He vivido a fondo la experiencia de Viagra. A fondo la experiencia sexual y la experiencia clínica. El resultado es bueno, fascinante, saludable, como un boca a boca que nos hace nuestra propia juventud perdida. Nunca habría recurrido a eso, pienso, ni necesitado viagramarme, digo yo, pero la revista París/Match me propuso la experiencia con fines periodísticos. Cumplido el compromiso y a partir de ahí, una vez inducido en el mundo fascinante y realísimo de Viagra, como penúltimo paraíso «artificial» (no es artificial, insisto, sino prodigiosamente natural: por eso me gusta), llegué a la necesidad de escribirlo, que es lo que le pasa a uno con casi todo lo que vive o desvive.
Le he dado vueltas a varias ideas para el libro (con alegría e impaciencia de los editores), y al final me decidí por Historia de amor e Viagra, nueve nouvelles o novelas cortas o cuentos largos, que son historia y retrato de nueve mujeres (todas reales) con el común denominador de viagra (dejemos la mayúscula), que en unas resulta crucial, por reflejo del varón, claro.
La experiencia del relato corto, que tenía muy abandonado, ha sido para mí vivificadora como viagra mismo. He vuelto al placer del narrar por narrar, organizando una trama hasta la última voluta del barroquismo novelesco».
Llama la atención el nombre de Jonás, protagonista adolescente del primer Mortal y rosa (cuento), mencionado en Travesía de Madrid como pintor fracasado y el personaje de, El fulgor de África. Aquí es un periodista maduro.
Cada relato, una mujer: Natanael, Internet, Nazareth, Odette, Santa Blandina virgen y martir, Nardo, Nati, Isabel y Childe.
Natanael, «desganadamente feminista» y menorera, con novio, redactora de crítica musical en un periódico, se acuesta con los compañeros, también con Jonás; embarazada, decide abortar.
Internet, de Manoteras, dieciséis años que eran dieciocho, la conoce firmando libros. Virgen pero experimentada. Llama por teléfono a Jonás desde el recreo del insti; Jonás concluye su virginidad pero Internet se enamora de Lola, una amiga algo mayor. «Estoy de torti con una compi». Ambas se tiran abrazadas desde el Viaducto.
Nazareth, unos treinta y cinco. Antigua amistad parapléjica en un hospital de Ávila que gestiona un tal doctor Magnus. Nazareth, toma viagra recetada por el doctor. Magnus, para experimentar, la rapta en un chalet de La Moraleja, el también viagramado Jonás, la continua visitando y amando, Magnus, celoso, mata a Nazareth.
Odette, unos treinta bien llevados, folladora y destructiva, separada de Joan, empresario catalán. Odette propone a Jonás matar a Joan; Joan propone a Jonás matar a Odette. El catalán viene a Madrid «a cenar y a lo de la ruleta», una ruleta con balas de platino. Odette mata a Joan. Llega la policía, parece un suicidio. Jonás y Odette asisten a la autopsia y la comentan.
Blandina, de veinte y cinco, estudiante de periodismo, «guapa de provincias y progre de provincias» con novio enfermo de cáncer terminal. Blandina es de orgasmos azules y experta en felaciones. Muere el novio en el hospital, Jonás espera en el coche, Blandina, allí, «se aplicó intensamente, sabiamente, hasta producirme una floja eyaculación temprana y abundante que le llenó la boca de semen. Sin limpiarse nada me besó en mi boca y se fue corriendo al hospital, a amortajar al novio formal, novio de boda para toda la vida.»
Nati, Natividad, estudiante de empresariales y encuestadora sobre el uso de preservativos, «Nati había llamado por la mañana para lo de la encuesta y habíamos quedado a media tarde. Era una de esas que nada más abrir a puerta dices. Aquí hay trabajo». Echan un polvo higiénico. «Se fue con un beso sincero y el ascensor dejó en el vacío de mi vida una estela sombría de rumor decreciente».
Nardo, bailarina de Getafe que Jonás comparte con el Loco de la Colina y otros. Practica el Kamasutra. Nardo se alquila como esclava blanca para los serrallos de los jeques árabes. Conseguido el dinero, Nardo se fuga con la ayuda de un compinche policía. El jeque y sus hombres la buscan, Jonás le ayuda a refugiarse en un hotel de Ibiza donde conocen a Polanski. Experta en fugas, Nardo se marcha con Polanski plantando a Jonás.
Isabel, de Antón Martín. Amiga de la antigua bohemia progre, tiempo después, llama a Jonás, hombre/viagra famoso por sus artículos sobre la pastilla celeste. Isabel se conserva bien, «La edad no es sino una insolencia de la luz». Se ritualiza la relación y un día se termina. «Solté la mano y me puse en pie. Nos besamos. Ella lo sabía ya y sabía que yo sabía lo que ella sabía. Pero fue exquisita hasta el último momento. Nos besamos con un beso de confianza (la hora de la pasión había pasado: todo normal)».
Childe, «Una yanqui de melena corta y rubia, un cuerpo entre el rugby y el ballet, un corazón infantil entre dos pechos breves de virgen luterana». Un curso de verano en el Palacio de la Magdalena, Jonás es uno de los profesores. Childe sufre un accidente, un rasguño en el vientre. Jonás le visita en el hospital, al despedirse, la besa en la cicatriz, ritual que repite en días sucesivos, un día la lengua alterna la llaga ocasional con la eterna. Finalizado el curso, se alojan en un «parador o merendero u hospedaje o cosa», visitan una colegiata, Jonás roba una cabeza de ángel porque le recuerda a Childe. Vuelven a Madrid, Childe quiere llevarse la cabeza a su país, Jonás se la vende a un amigo del Rastro.
El libro transcurre entre una realidad y una fantasía que llega a lo imposible. Tras Las respetuosas, Tratado de perversiones, Los amores diurnos, La bestia rosa, Fábula del falo, El fetichismo, Memorias eróticas este es el octavo libro monográfico sobre el sexo y sobre los episodios sexuales/nacionales del escritor que en todos sus libros —exceptuamos ensayos— muestra fascinación por el sexo, por su culminación, por su necesidad y por sus sensaciones. En este poema91 Umbral lo explica.
El Sexo
Lo llamamos amor porque nos turba,
pero el sexo es la espada del amor,
la hoguera que embellece miradas,
ese fuego que incendia las cortinas,
el pecado de todos los crepúsculos,
la antorcha blanca de la madrugada.
Lo llamamos amor para que dure,
pero el sexo es la vuelta de la especie,
la hermosa zoología de nuestras vidas,
la numerología de los abrazos,
el cuerpo a cuerpo con la alegre muerte.
No hay más amor que el sexo con sus crímenes,
no hay más sexo que el amor que pasa.
El sexo y el amor, el mes de junio,
descalzos en la lluvia, los amantes
recorriendo sus parques interiores,
pisando la sonrisa de las aguas,
besando las axilas de los árboles,
llenando a las muchachas de pecado.
Lo llamamos amor porque nos turba
pero es la hoguera atroz de nuestra vida,
pero es la herida azul de nuestra muerte,
pero es el candelabro y la manzana
unidos sobre el lecho de la aurora.
Prólogo
Hace unos meses, la revista Paris/Match me propuso hacer unos experimentos sexuales con Viagra para contárselo a los lectores. El periodismo desde dentro. Algo así como radiar uno su operación de apendicitis, pero más grato (por la partenaire). Esta experiencia, de muy buenos resultados, me introdujo en el mundo de Viagra, que me parece una revolución sexual como lo fuera la píldora antibaby en los sesenta. Porque Viagra no sólo estimula eficazmente la sexualidad, sino que
—sin ser una droga, un «milagro» ni ninguna de esas tonterías que se escriben— somete el cerebro y todo el organismo a una optimización vascular que yo, como escritor, he percibido en la imaginación.
De esa imaginación estimulada, más la experiencia concreta de las relaciones sexuales «viagramadas», me han nacido una serie de relatos o historias que luego el oficio de uno, modesto pero largo, ha convertido en nouvelles, hasta constituir este libro. Una parte de los relatos es completamente real, otra completamente inventada (con Viagra como motivación u ocasión literarias) y el resto me lo atribuyo absolutamente por evitar incómodas alusiones a terceros y terceras. Pero todo esto va barajado en el libro con una cierta malicia profesional, de modo que la unidad y coherencia del volumen me parecen presentables.
Quizá soy el primer escritor del mundo que hace literatura sobre Viagra, y pienso que aquí está la ventaja y peligro de este tomo narrativo que, en todo caso, se beneficia en su calidad, mucha o poca, del incentivo de un tema nuevo que ya revoluciona —positivamente— las relaciones humanas.
A fin de cuentas es eso, un tema nuevo, lo que buscamos siempre los escritores. ¿Una nueva narrativa de sexo? Yo no la hubiera intentado sin el incentivo creador, imaginativo, que esta novedad científica ha tenido en mí. Y esto es lo más importante para uno, como escritor, al margen de la habitual frecuentación del mundo de la mujer en que ha solido incurrir —y no me arrepiento— mi literatura.
Otros escriben de marcianos, que es peor.
No reeditado.
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