2001

Tres libros, el diario sin fechas y dos de recopilación, el segundo dedicado por entero a escritores, a su pasión, a la literatura.

La Esfera de los Libros S.L. Madrid, septiembre 2001. Rústica tapa blanda con 196 páginas. 24 × 15 cm.

Recopilación. Ensayo literario.

Prólogo de José Antonio Marina: «Manual de instrucciones para leer a Umbral».

 

Artículos de escritores (43) publicados en “El Cultural” de “El Mundo” desde octubre de 1999 a julio del 2000. Empieza con la música de Rubén Darío y concluye con un «férreo» Gimferrer. La glosa de José García Nieto la termina con una sincera confesión, «Vive en mi recuerdo como el hombre que, con su sabia conversación y sus colaboraciones, le hizo a uno posible».

Similar, aunque más breve —que no menos conciso—, a Las palabras de le tribu de 1994, incluso repite subtítulos, «Machado, contando por los dedos»;

«Ramón y las vanguardias»; «Alberti, en su arboleda»; Aleixandre, en su paraíso»; «A un río le llamaban Dámaso»; «Miguel Hernández, agricultura viva»;

«Los prosistas de la Falange»; «CJC».

Libro obligado. Umbral, desde la magia de su escritura perfecta, desde una amenidad atractiva, transmite y enseña Literatura. Buen libro.

 

Álvaro Cunqueiro, Sochantre

Se firmó Cunqueiro o Conqueiro, según los vientos políticos. Era cardenal cismático de Mondoñedo, era director de periódicos, era un gran prosista en castellano y en gallego, era falangista, como todos ellos, era grande, gordo, cordialísimo, facundo y recatado, decidor y recoleto, artista.

Nunca quiso salir de sus círculos concéntricos de prosa y verso, de pueblo y villa, de modo que venía a Madrid como un padre remoto de las letras, como un genio raro, y su libro más famoso es Crónicas de Sochantre, donde la prosa lírica e imaginativa llega a peligrosos perfiles de inverosimilitud y gracia. Cunado pasaba por aquí me invitaba a almorzar en los buenos restaurantes secretos que él sabía, y yo, que comía de pensión pobre todo el año, me indigestaba de langostada.

—Y para cuándo tu libro sobre los ángeles, Álvaro?

—No puedo terminarlo porque hay un ángel que no acaba de parecérseme.

Lo espero todas las noches, pero nada.

Hablaba de los ángeles con la misma naturalidad que de los vecinos de su pueblo. Ganó el premio Nadal con Un hombre que se parecía a Orestes, bellísima novela donde juega su juego favorito: el anacronismo, el salto de los griegos a Galicia y vuelta, la confusión de los dioses clásicos con la guardia civil.

Cogía hongos y setas en su bosque animado, que no era el del otro, tenía amores rústicos y hacía de señor feudal, a poder ser eclesiástico, por los paisajes natales. Su gastronomía también es lírica, pero una planta le mataría mordiéndole un pie.

Cunqueiro, como toda aquella generación, no parecía muy conforme con la vieja Victoria que nunca acababa, y todo el él eran refugios, huidas, desapariciones. Se hizo una mitología con las cosas de la tierra, con las nieblas y las lecturas en pura huida del presente franquista, como queriendo estar y no estar.

Fueron una generación marcada por el fracaso y error histórico y por la calidad del verso y de la prosa. Ridruejo se va a derrotar al ruso, hemos contado aquí, Ruano biografía a Baudelaire. Cunqueiro a Orestes. Qué alejamiento literario de la cultura militar del Jefe.

Grandes españoles de todas las Españas, cada villano a su rincón, porque vuelve el español por donde solía, los muertos enterando a sus muertos. Cunqueiro no tiene la medida fama y prestigio que le corresponde, ni entre el público ni entre los críticos (los más jóvenes le ignoran). Cunqueiro, siendo muy lobo, se equivocó en su juego de espejos, se escondió tanto que ahora no se encuentra a sí mismo.

No interesó su novelística, en los cuarenta/cincuenta, porque no era realista, o mejor socialrealista. Pero luego vino García Márquez con algo muy cercano a Cunqueiro. Y Borges. Es decir, la fantasía literaria, la invención de un mundo otro, eL milagro de la prosa y los beneficios de la imaginación. La justicia literaria es injusta y al escritor se le sitúa más por lo que fue o es que por lo que escribe. Y no hablo sólo de política. La localización epocal, la focalización social determinan un éxito de hoy o un fracaso de mañana. Es la literatura como traje de soirée. (…).

Siempre se olvidan de él en la cultura nominalista de las historias literarias. Pero Cunqueiro es inagotable de leer y lo que hoy le dá más sentido a su prosa es un humorismo tácito, una ironía tierna que no quiere profundizar más en la llaga, una gracia culta de romano ilustre que se retira a su quinta con más libros que conejos, aunque también coma muchos conejos. Y digo conejos porque los libros se le multiplican entre sí, siendo Cunqueiro un príncipe de las ediciones príncipe.

Nos tememos que Ávaro Cunqueiro o Conqueiro no volverá. Yo espero que se me aparezca un día en el café, como él esperaba a aquel ángel que tardó en aparecérsele. Pero el fanatismo de la novedad y la superstición del consumo están borrando a muchos clásicos vivos y muertos.

 

No reeditado.


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