Editorial Andorra. Andorra La Vella-Barcelona, julio 1970. Colección “Biblioteca Valira” nº 6. Rústica, cartoné tapa blanda. 211 páginas. 21 × 15 cm.
Prólogo. José Domingo.
Cita: Larga, de Herbert Marcuse.
Narrativa.
Imposible conceptuar el libro como novela aunque es presentado en portada como «La novela erótica de Francisco Umbral», pudiera ser un cuento largo, pero tampoco, es Umbral escribiendo.
Fábula lírica sucesiva de la relación del narrador con cinco mujeres extranjeras, europeas: Jeannette, francesa; Childe, inglesa; Bodil, noruega; Guill, holandesa y Renata, alemana. Predomina la soledad del narrador, verdadero protagonista. Poco o nada de erotismo. Se deja leer.
“Las Europeas lo tiene Destino, pero me lo piden de Andorra y EDHASA. A ver si me contesta Vergés. Si a él no le interesa se lo daré a uno de estos dos.42” “Querido Paco: (…) Acabo de leer tus Europeas y una vez más me he admirado de la finísima calidad de tu prosa, tu gracia, tu riqueza metafórica …
Sin embargo, yo no acabo de ver ahí una novela, tal vez porque alimento una concepción estrecha y superada del género. Ante este libro pienso dos cosas, primera, que. con la pluma que tienes, nos hubieras dado una visión más completa, diferenciada y divertida de las europeas que nos visitan, mediante unos ensayos de cierta amplitud y, segunda, que el magnífico capítulo en el que Childe y el narrador quitan la cama y las elementales comodidades a un pobre matrimonio y “amordazan a un niño” (por dinero) me da la medida de tus posibilidades narrativas cuando abandonas las roderas eróticas que, por otra parte, ya tienes muy holladas. En fin, tal vez la cuestión estriba en que escribes demasiado, saltándote el proceso de maduración imprescindible, pero yo veo Las europeas como algo formalmente impecable pero superficial y sin esqueleto
… Estos es lo que encuentro de negativo en tu libro que, como todo lo tuyo, tiene el contrapeso de notabilísimas virtudes.”
AGOSTO era una confusión de mar y mujer desnuda. Por la mañana, puros todavía de la inocencia del sueño, íbamos loa mar como a un ciclo de vida. El mar le ponía al verano un zócalo profundo y vivo. El mar era la gran negación, el “no” sucesivo de cada golpe de agua a nuestras alegrías y nuestras prisas, a nuestras fiestas y a nuestro ocio, a todo aquel ‘pavoneo de vacaciones elegantes. El mar debiera ser esa cosa elemental y salvaje, grande y pura que borrase de un manotazo tanta vanidad de un día. Esto, si nosotros hubiéramos sido menos vanos, si nos hubiéramos detenido alguna vez frente al infinito del agua, no para posar con una mujer o para una fotografía, sino realmente enfrentados con la verdad reiterada y enorme del mar. Porque el mar está ahí desde el primer día de la creación, es el absoluto con el que medir nuestra ambición siempre corta y mediocre. Mas no era así. Por el contrario, habíamos conseguido hacer del mar el fondo común de nuestras elegancias, y el, en su presencia tácita —aunque le mirábamos tan poco— era lo que daba un secreto prestigio a las fiestas de cada noche, al fondo de los espejos, a los ojos de las mujeres, a la transparencia submarina de los licores.
Última reedición: Plaza & Janés. Colección Libros Reno nº 477, diciembre 1979.
Deja una respuesta