Premio Carlos Arniches de la Sociedad General de Autores.
Seis libros, cinco de recopilación e intranscendentes, como joya, Mortal y rosa.
El 20 de noviembre muere Francisco Franco. El 25 del mismo mes, Umbral, en los periódicos de Colpisa, publica el artículo «El caballo de Franco, la camisa de Girón y el flequillo del infante» que muchos años después, 2017, aparecerá en Mis queridos políticos de Editorial Renacimiento, uno de los varios libros de recopilación publicados tras la muerte del escritor.
El caballo de Franco, la camisa de Girón y el flequillo del infante
La Historia va acuñando sus medallones delante de nosotros, a la vista imparcial del cronista, que asiste con distanciamiento apasionado (también hay geometrías apasionadas) a esta orfebrería del tiempo sobre la materia de sangre y luz que es metal de los muertos y el afán de los vivos.
Así las cosas, el cronista quisiera recoger y resumir, entre toda la riqueza de imágenes que nos han dado las últimas horas nacionales, tres escorzos insólitos y reveladores, quizás con más selección estética que ética, pues ya dijo el viejo y sabio André Gide que mi ética es mi estética y el nada errado Samuel Beckett cuando en su estudio sobre Proust, destaca como esencial la carencia de nociones morales en el más grande escritor de todos los tiempos. Estéticamente el caballo de Franco, vacío, desnudo, sin jinete, en el entierro, por delante, y la camisa de Girón única o casi única en el hemiciclo de la jura del Rey y el flequillo rubio del infante Felipe, en esa misma solemnidad, son tres motivos de sugestión tan fascinantes como la vidriera de Combray, donde el escritor soñaba con Gilberto el malo, el rayo de luz que encendía el cristal y los colores.
El caballo de Franco, vacío, es un momento cesáreo en toda la ceremonia, por lo que deducimos que la naturaleza imita a Esquilo, y por lo que nos preguntamos si hemos vivido efectivamente en un estado ecuestre y andamos ahora descabalgados pisando la dudosa luz democrática de día. ¿Quiere decir que pasamos de un estado ecuestre a un estado monárquico-liberal? Yo creo que todavía no quiere decirse nada. Ha habido otros estados ecuestres en la Historia, y no sólo en la Historia de España. Napoleón. Carlos I. Carlomagno. Washington, son ejemplos de estados ecuestres. Entre el caballo desmontado de Franco y el flequillo rubio del infante Felipe o don Felipe ¿se interpone la camisa azul con que Girón acudió a las Cortes en una sesión de etiqueta obligatoria?
Habría que preguntarse, asimismo, si los estados ecuestres no son más contundentes que los estados con flequillo de oro genealógico. ¿Puede un Estado tener su base en un caballo militar y su florón en un flequillo infantil? […]
Con estos elementos, con un caballo sin jinete, con una camisa azul y solitaria, con un flequillo rubio y principesco, con el desmayo de una muchacha, no puede componerse el jeroglífico del futuro, pero podría asegurarle el fin del estado ecuestre, la supervivencia del estado uniformado, un augurio de futuro más sentimental que racional, iluminado sólo por un niño, y por un afloramiento de la tensión nacional que se viene abajo en las bellas piernas de Mariona.
A ver ahora.
Ediciones 99. Madrid, diciembre 1975. Rústica tapa blanda con solapa. 151 páginas. 25 × 20 cm. Abundantes fotografías en blanco y negro.
Cita. Un caballero jamás se viste de marrón. Jacinto Miquelerena.
Recopilación.
Cabecitas locas, boquitas pintadas y corazones solitarios era el título de una columna de la revista semanal «Hermano Lobo», Umbral la firmaba con el seudónimo Lord, el libro recoge artículos publicados desde 1972 a 1975 en esa columna y en estas secciones de la revista: «En plan rollo», «Crónica de salones», «Rincón de la mujer», «Grandes centenarios nacionales», «Un día en la vida de…», «Quién es quién en Spain», «Teléfono de góndola» y «Grandes encuestas». Prescindible.
AL LLEGAR a los cuarenta años sobreviene la menopausia, la gota o el humor. A mí me ha sobrevenido el humor y por eso está aquí este libro.
Sé que la menopausia llegará al atardecer, cuando empiece a mirar a las muchachas sin deseo y esta situación en sí ya será humorística. Sé que la gota está al caer y me tendrá con una pierna en alto, yo que he hecho levantar tantas piernas. Eso también es humor. Lo dice Santayana el filósofo español perdido y encontrado en Norteamérica: “Vivimos dramáticamente, en un mundo que no es dramático”.
No, el mundo es irónico. Al descubrimiento de que el mundo es irónico se le llama madurez. El hombre integral e integrista, el mono nunca desnudo de perjuicios, el hombre muy de derechas, en una palabra, convierte la madurez en mala leche, los cuarenta años en cuarenta días y cuarenta noches de penitencia por el mundo que no le comprende. Se hace fanático y calcáreo. El hombre que no es tan de derechas, el hombre que quiere justicia y luz, libertad y claridad, escuela de costumbres y despensa de amor, por decirlo un poco a la manera de los viejos regeneracionistas, procura hacer de la cuarentena una obra de arte y de la madurez una anchura. Y eso requiere ironía.
Después de treinta libros a mis cuarenta años, saco este que más que irónico es humorístico. El humor es el domingo de la ironía. La ironía es el paseo por el sol de la tristeza: La tristeza es el luto que se guarda por la injusticia, la ignorancia y el absurdo. O sea, todo un rodeo. Humorista es el que da rodeos. El que se cansa. Yo.
No reeditado.
Deja una respuesta