1968

Dos libros de ensayo.
Premio «Tartessos» de cuentos, Sevilla, por la narración Tribunal-José Antonio-Sol que se publicará en Las vírgenes, 1969, también en Teoría de Lola y otros cuentos de 1977.
Nace en Madrid, octubre, Francisco Pérez Suárez, Pincho, hijo de Francisco Pérez, Francisco Umbral y España Suárez.

Unión Madrid, mayo 1968. Colección “Grandes escritores contemporáneos” nº 2. Rústica tapa blanda. Bolsillo. 166 páginas. 17 × 11 cm.

Cita: Desdeñar a los demás y no amarse a sí mismo. Valle-Inclán.

Ensayo.

 

Unión Editorial la integraban cuatro editoriales, Editorial Española, Bilbao; EPESA, Madrid; Hogar del Libro, Barcelona y Alfredo Ortells, Editor, Valencia. Incluye Bibliografía: 1. “Obras de Valle-Inclán”. 2. “Obras sobre Valle-Inclán” y una muy breve “Antología”, la antología de Umbral sobre Valle en donde

aparece el arranque de, Sonata de Otoño.

«La guerra carlista, de Valle-Inclán, me parece que Rivadeneyra, me produjo un deslumbramiento que todavía dura. Acababa de descubrir la literatura.

Mas puede parecer, por todo esto, que uno se sigue rigiendo, míseramente, por unas primeras impresiones de adolescencia. No es así ya que otros entusiasmos de entonces me han desfallecido hoy, como Blasco Ibáñez y Fernández Flórez.»

Quizás un precoz libro de encargo. Valle, del modernismo, a la modernidad. Un mes después de Lorca, Valle-Inclán, atreverse con Lorca y con Valle al mismo tiempo, dos monstruos, parece excesivo, no para Umbral que en ese momento —luego también— puede con todo.

Valle es uno de los escritores icónicos y predilectos de Umbral, Valle no requería de rescate, pero Umbral, desde el principio, muestra sus preferencias, su idea de entender la literatura, nada mejor para ello que un libro breve sobre el maestro.

Umbral, en los primeros párrafos, habla de su admiración por lo que denomina “escritores malditos”, que son también escritores libres y más. Mucho de maudit tuvo Umbral.

Diecisiete capítulos. Comienza por una concisa pero afinada biografía de un Valle, aventurero y bohemio que se fue a México «porque se escribía con x». Nos cuenta que siendo Valle colegial el poeta Zorilla visitó su escuela y le preguntaba al niño Ramón: «¿Tú también eres poeta?», Valle rubrica este recuerdo: «Sentí la frase como verdadera consagración. ¿Poeta?. Sí; yo había visto el fondo de las cosas la distinción de la tristeza, había dialogado con la Luna y comenzaba a descubrir que las rosas guardan el encanto de haber sido mujeres».

El libro continua con un Valle artista de una primera época que envenenado por el estilismo, el erotismo y el modernismo rubeniano, se impone en Madrid con una «musiquilla de violín» que suena lejana del realismo localista galdosiano corto de vista y que establece un canon de belleza, de palabra y de estilo que alcanza la perfección en las Sonatas, una perfección tal, que, «se solidifica», dice Umbral, que con este libro demuestra a los treinta y cinco años y recién llegado algo más que un conocimiento absoluto de la obra de Valle, expone un sentir literario y una visión de la literatura como arte.

Gran libro, quizás superior al de 1998 teórico, largo y serio.

 

UN LIBRO sobre Valle-Inclán debe tener eso que él llamaría “columna”. A Valle, según teoría estética que a veces improvisó y explayó verbalmente, sin llevarla nunca al papel, que se sepa, le preocupaba mucho eso de la columna. El que una escena, un capítulo, un libro tuviesen columna. Para salvar y apuntalar el edificio de su creación barroca y que no se le desvolutase en mero palabrerismo, don Ramón cuidaba mucho la columna, el sostén interior de la pieza, el trono firme, que une a veces lo de la anécdota, y otras veces la intención, y otras el sentimiento.

La columna o médula de este libro sobre don Ramón del Valle-Inclán que voy a escribir, está muy clara desde el primer momento, Lo que hay que buscar en la vida y obra de Valle es la forja de un rebelde. Un día, escribiendo sobre Larra, decíamos que hay una línea de pensamiento crítico español que se apuntala en tres nombres: Quevedo, Larra, Valle-Inclán. Ellos son los tres grandes barrocos críticos de España, los tres reyes de la insolencia, los que han dado mayores desplantes a este pueblo —aristocracia, burguesía, obreraje— que hace un culto de desplante.

Se trata de una raza de solitarios, de escritores en cierto modo malditos, rebeldes, equidistantes de las minorías y de la masa, independientes, grandes artistas que han ejercido el dandismo de su indiferencia y su desprecio, sin acogerse a regazos palatinos para salvar su arte ni embozarse en la capa parda del pueblo para insultar demagógicamente a los grandes. Lo que quería Quevedo, lo que quería Larra, lo que quería Valle-Inclán —y otros escritores de menor cuantía, pero de su raza híspida— era despertar a este país de su autosatisfacción indecente.

 

No reeditado.


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ir al contenido